Una travesía por el mayor espacio salvaje de la Argentina
Por iniciativa del presidente de la Fundación Proyungas, Alejandro Brown, un grupo de ambientalistas acaba de exhibir en los canales de televisión locales un documental que permite apreciar las razones por las que el bañado La Estrella ha sido reconocido como una de las 7 maravillas naturales de la Argentina. Aconteció a mediados de 2019, entre el 25 de junio y el 6 de julio de ese año.
Quien haya tenido la oportunidad de verlo habrá comprobado la incertidumbre que el ser humano sostiene desde el respeto a la naturaleza que, además de su belleza incomparable, aparece con una verdadera caja de sorpresas que hasta hacen temer por la vida de quienes ingresan en un ámbito desconocido.
El tramo cubierto -desde El Quebracho hasta Fortín Soledad- nunca había sido recorrido con antelación. Los ambientalistas y los guías recorrieron durante 11 días una extensión de aproximadamente 200 kilómetros de lagunas, camalotales y palmares.
Comentaba Brown que la travesía se desarrolló a fuerza exclusiva de sus remos y de la voluntad de avanzar y salir. El grupo estuvo conformado por Chilo Ruiz (guía criollo), Baloy Zalazar (guía Pilagá), Martha Roggiero (investigadora UNLP), Gonzalo Saleme (documentalista) y Alejandro Brown (presidente Proyungas), con el apoyo externo de Marcelo Viotti y de Ricardo Moreno, que se adentraron en una de las áreas menos conocidas de nuestro país, una naturaleza por descubrir y retratar. Un grupo humano dispuesto a convivir en uno de los mayores espacios silvestres de la Argentina.
Todos ellos tuvieron el apoyo de los despliegues de Las Lomitas e Ingeniero Juárez de Gendarmería Nacional que aparecieron en momentos emergentes de la travesía que solamente se podrá dimensionar deleitándose con la decena de capítulos en que se desarrolló el maravilloso trabajo promovido por la Fundación Proyungas y que acaban de exhibirlo los canales 3 y 11 de TV de Formosa.
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Naturaleza y tecnología
Se pudo apreciar hasta qué punto las alteraciones que plantea un viaje de estas características multiplican el ingenio humano para superarlas o resolverlas.
Pero también cómo a veces las sorpresivas y cambiantes condiciones del espectacular escenario elegido para la aventura, hasta llevan a los protagonistas a no advertir que la tecnología de punta que portaban -como es el caso de un drone- fuese de utilidad decisiva para despejar temores y facilitar el avance hacia el destino elegido, Fortín Soledad.
Es que se comprobó que debe ser preciso el análisis y el diagnóstico de lo que muestran las imágenes del eficiente equipamiento ya que la amplitud de las áreas observadas imponían, al menos a este grupo de personas, una señal más completa y segura acerca de los límites y distancias de los territorios jurisdiccionales, poblados de fango, pozos profundos, pantanos, agua clara, calor intenso combinado con heladas estacionales y vegetación acuática tan densa que exigía esfuerzos que iban minando su solidez a medida que se avanzaba hacia la meta.
Alejandro Brown reconoció que las peripecias quedaron olvidadas ante la maravillosa postal que mixturaba esa rara mezcla de peligro extremo, miedo, regocijo y conmoción espiritual ante lo que surgía en el recorrido.
De allí que se atreviese a ponderar que se haya elegido al bañado La Estrella como una de las 7 maravillas naturales de la Argentina. Pero también a calificarla como “la maravilla más salvaje entre las conocidas”.
Aquí quedó visible también el inmenso valor del optimismo para generar energías positivas en el grupo, una actitud que -del mismo modo como ocurre en las realidades comunitarias- el desliz emotivo individual constituiría una conspiración contra las ansiedades positivas o negativas del conjunto.
La visión de Brown
El líder del grupo que protagonizó la travesía, que con tanta excelencia quedó documentada y exhibida en estos días por los canales de TV locales, describía acertadamente esa realidad originada por los desbordes del Pilcomayo y la formación del bañado La Estrella por las aguas dispersas de este río que, desbordadas, inundan más de 400.000 hectáreas.
Reconoció que la iniciativa de la travesía no los defraudó ya que fueron abrumadoramente superadas por la diversidad de los paisajes inundados, la riqueza y la abundancia de especies silvestres.
Recordaba que el paso estuvo permanentemente interrumpido por barreras de camalotales y totorales, que con mucha dificultad tuvieron que sortear para avanzar con impensada lentitud.
También el hecho que la extensa inundación de mediados de 2019 no dejó espacios emergentes que les hubieran permitido acampar como estaba previsto y que los obligó la mitad de las noches a pernoctar en las mismas piraguas que sufrieron fracturas al rozar con árboles sumergidos.
Un espacio salvaje
Brown no tuvo dudas en admitir que la travesía le demostró que habían transitado por el mayor espacio salvaje del país donde la vida fluye y grita como en ningún lugar que haya conocido.
“Miles de patos, garzas, espátulas, cigüeñas, jabirúes, chajáes, además de yacarés y carpinchos. Un desafío a la voluntad, a la tolerancia y al quehacer grupal. Cada noche suspendidos en nuestras canoas, bajo un cielo increíblemente estrellado, los ñacurutúes nos acompañaron con su lamento estremecedor, recordándonos (si hiciera falta) que estábamos solos, con nosotros mismos”, sintetizó.
Cada protagonista tuvo experiencias inéditas que resultaban increíbles al ser relatadas aunque nadie se animó a desacreditar sucesos y hasta milagros que contribuyeron a la supervivencia que halló alivio con la llegada del helicóptero de Gendarmería que fue en su búsqueda ante la falta de noticias sobre la travesía.
Justo L. Urbieta