Mitad pato, mitad tera (I)
Patricia Bullrich, ¿tiene favoritos?
Por Mateo Saulo Marín
Si algún manifestante mira fiero a las fuerzas federales, Patricia Bullrich arma un escándalo nacional, ordena la represión y se escandaliza por la cadena nacional de los libertarios medios afines. Pero si un empleado del intendente Atilio Basualdo intenta matar a traición, atropellando de espalda, con una camioneta, a un grupo de policías en Formosa, la ministra mira para otro lado y su peón formoseño cambia el tono y sugiere que "algo le habrán hecho a este pobre muchacho para que reaccionara así".
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La misma persona que suele defender con vehemente audacia la autoridad de las fuerzas de seguridad, incluyendo falacias, explicaciones inverosímiles y deformación de los hechos, de pronto ignora en un abrumador y cómplice silencio ante un hecho gravísimo, doloso, que puso en riesgo de muerte a personal policial provincial. Claro, la ministra nacional, solo se solidariza si estima que el hecho sucede en un territorio políticamente más afín o en los que tiene intereses como es la provincia de Buenos Aires.
No es la primera vez que Bullrich muestra la doble vara que tiene para su particular forma de actuar: dura en unos lugares, permisiva con los delincuentes en otros.
La falta de coherencia de la responsable de seguridad (área tan sensible como cara para el gobierno nacional) es su marca registrada a lo largo de su vida política.
Solo habla de orden y respeto cuando le conviene, la recordamos en Formosa cuando, ridículamente disfrazada de presa, arengaba a la gente a violar todas las medidas sanitarias dispuestas para cuidar la salud y la vida. Para ella, ¿La ley debería aplicarse igual para todos y las instituciones deberían ser imparciales? No; la lógica de la ex Montonera es actuar con simpatías o antipatías según el caso, como aquel tuit furibundo cuando salió a denunciar que un control de seguridad vial había controlado a un camión de su protegido Basualdo, claro, en el esquema de esta Señora, las vacas del intendente de Las Lomitas son mas importantes que la vida de nuestros policías atropellados cobardemente por el empleado de Atilio Basualdo, por lo que no valen la pena que ella se moleste ni siquiera en expresar su solidaridad ante tan artero ataque.
Con este tipo de actitudes acomodaticias según el territorio o la conveniencia política, lo que se pierde no es solo la autoridad y la confianza, sino también, el respeto. A los ojos de la sociedad, el doble estándar de Patricia Bullrich genera bronca, desconfianza y una sensación de injusticia que se acumula. ¿Hay favoritismo? Si. Y se nota.