TERCER MILENIO
Las devaluaciones son siempre huérfanas
Alejandro Bercovich
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En política, especialmente en años electorales, las fotos suelen ser motivo de discusiones y codazos. Muchas veces incluso se difunden recortadas para dejar afuera a algún colega en la gestión que pueda rivalizar en el juego de la silla. Lo novedoso de esta campaña es que ahora la pelea es para no salir. Pasó con el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, quien participó ayer por la mañana en la cumbre en Olivos entre el Presidente y Sergio Massa en plena disparada del dólar paralelo. La imagen oficial omitió al custodio del peso y único sobreviviente del primer equipo económico de Alberto Fernández. El tampoco quiso aparecer.
En su libro, como en su explosiva carta de renuncia en junio pasado, Kulfas niega que bajo su gestión se haya producido un “festival de importaciones” como denunciaron sus críticos internos. Coincide con el informe de un centro de estudios que están a punto de presentar otros exfuncionarios frentetodistas, donde se destaca que el superávit comercial fue mayor al registrado en los dos períodos presidenciales anteriores y que “cerca del 90% de ese excedente se destinó al pago de deudas del sector privado y sus intereses y a solventar gastos turísticos en el exterior”, a razón de mil millones por mes.
La interna es tan complicada que marea: lo que critican de la gestión de reservas los desterrados Kulfas y Guzmán se roza con lo que cuestionan los economistas que nutren de números a Máximo Kirchner, encabezados por Eduardo Basualdo, que a su vez fueron sus principales adversarios palaciegos. Al fin y al cabo, todos coinciden en que la disparada inflacionaria se debe a que faltan dólares. También concuerdan en quién se los llevó, porque todos apuntan a las empresas más grandes del país. Apenas difieren en el mecanismo que utilizaron (inflar importaciones o adelantar pagos de deuda). Ninguno hizo nada por evitarlo.
En el Gobierno se entusiasman con que el Fondo, que tampoco frenó esa sangría, ahora podría mostrarse algo más flexible por la beligerancia de Luiz Inácio Lula Da Silva contra Estados Unidos en su reciente gira por China, donde no se privó de coquetear también con la Rusia de Vladimir Putin. “Nos está dando una mano bárbara. Si faltaba algo para que los yanquis nos ayuden es que Lula se muestre así”, dijo a BAE Negocios uno de quienes negocia con los tecnócratas de la calle 19. “Lo que reconocieron es que esta vez no fuimos nosotros. Fue la sequía. Podrían hacerse los boludos y no se están haciendo”, destacó el funcionario.