144.° aniversario de la fundación de Formosa
La evocación de Luis Jorge Fontana y los detalles de una vida desconocida en San Juan
Por Justo L. Urbieta
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En cercanías del 144.° aniversario de la gesta fundacional del comandante Luis Jorge Fontana, cobra vigencia -por tratarse del resultado de una profunda y responsable labor de investigación por parte del abogado y escritor Marcos Raúl Molares- uno de sus últimos libros Memorial de sus obras escondidas que no solamente incursionan en el hecho que interesa a los formoseños sino también aspectos de una vida desconocida del fundador en San Juan donde murió en 1920.
En su narración señala que ya el 28 de marzo de 1879 desembarca aquí el primer contingente poblacional traído desde Villa Occidental que pasó a convertirse en dominio paraguayo por el fallo arbitral del presidente Rutherford Hayes de EE. UU. como consecuencia de la Guerra de la Triple Alianza.
Para el caso utilizó el vapor Resguardo en el que también viajó un contingente de guardias nacionales que acompañó a Fontana cuando el 8 de abril de 1879 tomó posesión del sitio elegido y que fue descripto como poseedor de costas, campos y bosques superiores a todo otro punto del Litoral perteneciente al Chaco.
Con el paso de los años, Fontana se radicó en San Juan donde falleció a los 74 años el 18 de octubre de 1920, es decir a escasos 13 meses de haberse casado con Carmela Yofre quien se convirtió en su cuarta esposa.
Su tercera esposa, Mercedes Gómez, había fallecido por una afección cardíaca en 1918 y de sus hijos el que más lo visitó fue Luis Jorge, en sus últimos años. Disfrutó, de vez en cuando, de las visitas de sus hijas -una de las cuales, Elisa, había muerto- y sus nietos.
Señala Molares que más allá de su actividad múltiple, el fundador de Formosa fue un político argentino encorsetado en un régimen castrense que lo mantuvo encasillado bajo una línea de subordinación al ideario de la elite dominante de la época.
Admite el autor que tras su llegada a San Juan, pudo desenvolverse con mayor libertad luego de desligarse de sus cargos administrativos y gubernativos que lo ataron a las directivas de los presidentes de turno, dentro del pensamiento oligárquico de lo que denomina como régimen conservador.
Menciona Molares la tendencia de Fontana a simular su posición política en los últimos años de su vida tras la reforma democrática que significó la Ley Sáenz Peña con la introducción del sufragio libre. Así revela su abierto acompañamiento al Yrigoyenismo al ocupar una banca de diputado provincial integrando la UCR sanjuanina.
En su libro, Molares señala la asunción por parte del fundador de los roles simultáneos de militar y ciudadano y que en todo momento fue oficial del Ejército, funcionario y político y que en esta última actividad se plegaba, según su personalidad y carácter, al pensamiento del líder a quien seguía más que a las autoridades partidarias.
De lo indagado en su labor investigativa, Molares señala que Fontana rehuyó, mientras pudo, a los cargos partidistas y solamente aceptó ser gestor político, funcionario o legislador, aunque dejando siempre en claro su ideal romántico de librepensador, así como en su vida personal basculó entre el arte y la ciencia a pesar del aparente antagonismo de ambas disciplinas.
Juzga a Fontana reconociéndolo, ante todo, como un hombre político, dado que tenía una visión de país y contribuyó a su formación, desde puestos eminentemente gubernativos, tanto en las regiones del Gran Chaco, la Patagonia y San Juan, se revela cómo reacciona un hombre, pasando los 60 años, cuando ya estaba irremediablemente cancelado y censurado por la oligarquía porteña e incluso por gran parte de la elite cuyana.
Al fallecer, el Diario Nuevo de la capital sanjuanina lo despidió haciendo una semblanza de su personalidad y de sus quehaceres ejercidos, señalando que el distinguido extinto sobresalía sobremanera por su bondad, señalando que su vida entera la ocupó en hacer el bien.
“Hizo bien a la Patria defendiéndola como guerrero del Paraguay e hizo bien a las ciencias naturales y en cuyos ramos era doctor”, lo describía el medio gráfico.
También el historiador Néstor Tomás Azua definió a Fontana el militar, el explorador, el funcionario, el político, el investigador, el hombre de estudio y acción que engrandeció tres provincias, el escritor, el fundador de ciudades y colonias: “Nos prodigó una vida ejemplar”.
Al sintetizar el modo como encaró la redacción de Luis Jorge Fontana, Memorial de sus huellas escondidas, su autor confía que al prócer lo analiza a fondo, con una óptica crítica aunque respetuosos con su humanidad, con sus antecedentes y con sus actividades multifacéticas. “Pero no quisimos entonar los cánticos de alabanza que generalmente siguieron sus biógrafos. Y, como remate, creemos que hemos reconstruido una imagen histórica de Fontana más simpática a las generaciones actuales: totalmente verosímil, más fortalecida e interesante”, opina Marcos Raúl Molares.