Identidad formoseña única e irrepetible
La ciudad de Formosa nació como resultado del proceso de ocupación del espacio chaqueño que se inició con posterioridad a la guerra de la Triple Alianza (1865-1870) que enfrentó al Paraguay con Argentina, Uruguay y Brasil.
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Al producirse el veredicto arbitral que estableció el río Pilcomayo como límite definitivo entre la República Argentina y la República del Paraguay, Villa Occidental (hoy Villa Hayes) primitiva capital del Chaco Argentino, debió trasladarse al entonces denominado Chaco Central. El traslado, encomendado por el gobernador Lucio V. Mansilla al mayor Luis Jorge Fontana, llevaba una sugerencia explícita sobre el lugar en que debía instalarse la nueva capital del Chaco argentino; aquel punto sería el conocido desde el tiempo de los españoles con el nombre de Punta Hermosa o Formosa, acuñándose el último término como denominación definitiva. La fundación del pueblo se concretó el 8 de abril de 1879.
A su vez el Territorio de Formosa fue separado del primitivo territorio del Chaco en 1884, constituyéndose como una gobernación con capital en la villa homónima
Un momento crucial
En Te cuento Formosa, Fernando Casals, en sus relatos de la Fundación de Formosa, escribe: El 28 de marzo de 1879 arribó a este suelo el buque Resguardo trayendo al primer contingente de personas que serían a la postre los testigos presenciales de la fundación de la Villa de Formosa.
Además de Fontana lo hicieron el comandante de Gendarmes teniente Feit con 15 soldados bien armados y equipados; el teniente Ruy Díaz con 6 marineros de la falua de la Capitanía del Puerto (embarcación que venía a babor del Resguardo) y el sargento Piquet, veterano francés que había servido también en México. Completaban este primer grupo, la porteña doña Leonor –esposa de Feit– sus sirvientas y un grupo de heroicas mujeres consortes de algunos de los militares nombrados.
Un inesperado comité de bienvenida los estaba esperando: don Antonio y don Onofrio Danieri, don Juan Sallaberry y don Pablo Alvarenga que después de los saludos pertinentes permitieron que los hombres se abocaron a la preparación del campamento.
Se montaron las blancas y amplias carpas militares cerca de la barranca, en el sitio donde posteriormente estaría la estación de trenes.
Montículos de ramas secas fueron apiladas prolijamente en un sector, leña que serviría para calentar esa primera noche en un espacio donde la incertidumbre marcaba el ánimo de ese primer grupo humano.
Pocos pudieron dormir a pesar del cansancio, ya que los inquietantes ruidos de animales y alimañas los mantuvieron en un constante estado de alerta, hasta el punto tal, que el recuerdo de esa primera experiencia nocturna quedó plasmada en narraciones posteriores donde la gente continuaba refiriéndose al lugar, como una comarca poblada de “ángeles malditos”.
El día se inició con el vadeo de vacunos llegados por tierra a la costa paraguaya, liderado por el capitán de ultramar don Domingo Bibolini junto a un ruidoso grupo de troperos.
El resto se preocupó por el reconocimiento del terreno, dirigiéndose hacia el espeso monte a unos trescientos metros del campamento, donde las únicas sendas posibles eran las picadas trazadas por los animales salvajes que lo habitaban.
A ambos lados del camino se alzaba una maraña de frondosa vegetación, entrelazada por lianas, plantas trepadoras y helechos tupidos en las zonas más húmedas.
A la altura de lo que hoy es Moreno y España, una transparente laguna se prolongaba hasta la actual Padre Patiño y a unas quinientas hectáreas de distancia, a la altura de Padre Grotti, la laguna de Las Garzas, luego conocida como estero Colluccio, se prolongaba a una distancia considerable de donde los hombres se encontraban parados.
Por la zona de la avenida Napoleón Uriburu, una pampa inmensa de excelente pastura servía de asentamiento al obraje Los Orientales del señor Salaberry, terreno surcado por prolongados y profundos zanjones que fracturaban el terreno permitiendo el drenaje del agua.
Debían pasar dos años para que se establecieran las primeras viviendas de palma y barro, pero ese fue el escenario donde nació Formosa, un nuevo poblado, con gente deseosa de dotar al lugar de un espíritu iluminado, que le daría a la fundación una fuerza pujante y renovadora.
El arribo de los colonos
El 6 de mayo de 1879, Juan Dillon, jefe de la oficina de inmigraciones, se comunicó con el comandante Luis Jorge Fontana –gobernador interino del Chaco en reemplazo de Lucio V. Mansilla– para comunicarle que estaban prestas para partir a la Villa las 80 familias italianas y del Tirol Austríaco destinadas a la aldea de Formosa.
La respuesta del comandante no se hizo esperar, autorizando la partida del primer contingente de colonos europeos, para el 29 de mayo del mismo año en el buque de la carrera Guarany.
Posteriormente, en el segundo viaje que realizó el buque Resguardo, trajo solo a 22 personas y en el tercero solamente pudo embarcar a 8 familias.
Es cierto que a través del arribo de otras embarcaciones de menor calado, todos los días se podía apreciar caras nuevas en el poblado, lo que de a poco fue gestando la migración a la Villa.
Un pueblo nuevo, con originarios en estado primitivo, con montes que aguardaban al talador para que sus sendas recibieran la luz del sol, con ríos de agua limpia y caudalosa a la espera de ser dominados y para beneplácito de todos, con el primer nacimiento en estas tierras del primer nativo formoseño: Emilio Puchini, acaecido el 9 de junio de 1879.
Con la ayuda de los registros parroquiales se elaboró un listado de familias, del cual solo se tiene una nómina parcial, ya que muchos de los viajeros, no sabían leer ni escribir, ni siquiera sus propios nombres.
Las familias que han quedado documentadas en Villa Occidental y que luego se repiten en el listado de Formosa son: Demarchi, Gemetro, Ferrari, Morra, Zambrini, Llorenti, Pizzutto, Giacopini, Giamelli, Moiraghi y Terantini.
Los que aparecen anotados ya en la Villa y la colonia Formosa son: Ambrosio, Achille, Abate, Aloisietti, Agostini o D’Agostini, Bibolini, Bin, Binda, Brunelli, Bertuol, Beninca, Brovedan, Bonaccio, Capra, Capello, Cragnolini, Colussi, Canesín, Ckiuki, Cassani, Cristanchi, Camaratta, Cecotto, Ciconet, Del Turco, Del Vito, D’Augero, Dal Farra o Dalfaro, Dell’ Agnolo, Dambra, Danieri, Fantoni, Facchini, Filipigh, Fantini, Giorgini, Carlago, Gon, Giacopello, Gada, Lischetti, Lecirsa, Lavecchia, Lotto y Loadles.
El grupo se acrecienta con Marighetti, Malich, Migliarino, Moiraghi, Montibeller, Martini, Mosetich, Malgarini, Maglietti, Montesano, Marchi, Mantovani, Nicolini, Oclepo, Oliva, Parola, Princich, Pellizario, Puccini, Paulina, Pernochi, Rigonatto, Reolón, Rossan Ramella Rinaldello, Stefani, Sinchich, Sperandío, Sbardella, Savaris, Somacal, Torresani, Tumburús, Traghetti, Venica, Vallarrey, Zanín y Cobetto.
La nómina puede ser ampliada con Doilio, Colondrelli, Dacunte y Demichelis.
Texto extraído del Facebook Te cuento Formosa
Tres hitos
El profesor de Historia Hugo Roldán, docente del Instituto Pedagógico Provincial (IPP), dijo que la historia de Formosa en los nuevos libros elaborados por docentes y catedráticos del IPP se plasma respetando el marco histórico, el corte cronológico, pero poniendo el énfasis en lo que son la esencia y los principios de la identidad formoseña.
“Esto tiene que ver –indicó– con todo el recorrido histórico hasta llegar a Formosa como una provincia. Fueron unos 107 años que fuimos gobernados por foráneos, personas que no eran formoseñas. Y digo esto porque a partir de la creación de los territorios nacionales en 1884 comienza paulatinamente un proceso de formación de conciencia e identidad del lugar. Empieza entonces, hasta llegar a ser provincia, el deseo de ser gobernados por formoseños”.
Por esta razón se encara la historia de la provincia a partir de tres hitos: la Fundación, la Provincialización y el Modelo Formoseño, “tres bisagras que abren momentos fundamentales de Formosa”.
En ese sentido, explicó que la provincialización se da “dentro de un contexto de estado de bienestar nada más ni nada menos que liberado por Juan Domingo Perón, quien supo captar las necesidades de su pueblo bajo su eslogan que decía: ‘Mi Gobierno hace lo que el pueblo quiere’”; y fue así que esa Comisión Pro-Provincialización que se formó en el Cine Italia, liderada por el maestro Vicente Arcadio Salemi y un grupo de entusiastas, va y aprovecha la coyuntura de que había un formoseño, Martín Martínez, un coronel que era secretario de Perón y que fue el contacto para que el entonces presidente del país nos pueda dar la provincialización, que finalmente se efectúa el 28 de junio de 1955 a través de la Ley 14.408”.
El tercer mojón fundamental en la historia formoseña sigue el hilo conductor de los anteriores y se trata del Modelo Formoseño, lanzado en 1995 por el gobernador Gildo Insfrán: “Viene a encausar y a garantizar la identidad del formoseño. No se trata solamente de posturas teóricas o meramente técnicas, sino que es un proyecto político, lo cual no es menor, ya que va ejecutado para el formoseño y nace de sus mismas entrañas”.
En ese sentido, aludió a los logros que se materializaron a partir del Modelo Formoseño, poniendo en valor una acción que a su entender marcó la historia de Formosa en estos últimos tiempos: el PAIPPA: “El Programa de Asistencial Integral al Pequeño Productor Agropecuario es un movimiento revolucionario. Es la famosa revolución agrícola que todo el mundo quisiera. Es algo fantástico que llevara a cabo el gobernador”.
Roldán realzó otro hecho trascendental dentro del Modelo Formoseño: el Acta de Reparación Histórica suscripta el 28 de mayo del 2003 entre el gobernador Insfrán y el entonces presidente Néstor Kirchner.
Su rúbrica estableció un conjunto de realizaciones que responderían a las necesidades socioeconómicas de la provincia, que terminó de dar un salto cualitativo y cuantitativo, situándose como la provincia que mayor cantidad de obras públicas ejecutó en poco más de una década.