Estamos atacados por el virus del desconocimiento
Cuando atacamos al diferente atacamos lo desconocido en nosotros mismos. La negación de una realidad complicada, de descuidos y marginaciones, de virus “diferentes”, desconocidos.
El Covid-19 surge en un mundo que niega las diferencias, desoye los límites de la realidad en relación a la protección del planeta, y recibe como si fuera desde lo externo, el flagelo de la peste que ataca, frena y detiene.
La raíz etimológica de la palabra “epidemia” alude a “una visita repentina, algo que viene de afuera hacia adentro, una enfermedad inesperada”. Muchos factores intervienen en la diseminación de un virus, pero el rechazo de la realidad y sus límites hace que estemos mal preparados para frenarla. Y provoca que nos tome sorpresivamente, como si se tratara solo de azar o mala suerte y no de políticas que no se detienen ante el daño hacia el orbe y la desprotección de sus habitantes.
En “Psicología de las masas” Freud nos advierte que toda psicología individual es simultáneamente psicología social. Desde el comienzo de la vida el individuo está en relación con el otro, su familia o como integrante de una multitud organizada. Y habla del fenómeno del contagio, significante que nos resuena especialmente en esta época, en el sentido de que en una masa todo sentimiento o todo acto se contagia, se uniformiza, lo heterogéneo se funde en lo homogéneo. En su artículo Freud señala el aspecto influenciable, crédulo, impulsivo, irresponsable de la masa. Incluso la pérdida de libertad del individuo, que resulta manipulado, controlado.
Más allá de lo homogeneización que provoca la pandemia, podemos pensar que hemos estado inmersos previamente en un fenómeno de globalización cada vez mayor. La imagen de una mujer en su elegante vestido antes de entrar al salón de fiestas de una gran capital y otra, sentada en la calle atendiendo su puesto de verduras en un mercado regional, ambas consultando su celular por el que transcurre similar información, da cuenta de este particular proceso social.
Globalización es un concepto amplio, que implica la difusión y distribución de adelantos y beneficios en el mundo, pero también la inoculación de ideas y deseos, y el establecimiento de relaciones interconectadas de todo tipo. El acortamiento de distancias y tiempos debido al desarrollo de la tecnología y los medios de comunicación transformó al planeta en un todo, comunicado de manera fácil y rápidamente. La peste también se difundió velozmente por la intensa intercomunicación debida a viajes y traslados.Un aspecto que tiene que ver con la aparición histórica de las pandemias es la invasión de un territorio por parte de fuerzas extranjeras, que traen sus virus propios, desconocidos para los invadidos que no tienen defensas frente a ellos. Y que inician un proceso de anulación de las diferencias imponiendo las características propias: otra subjetividad, cultura, idioma, etc. La tendencia social actual, sin la misma violencia explícita, nos lleva también a uniformar y rechazar diferencias, pretender una transparencia absoluta sin derecho al secreto. Seguir un modelo estandarizado se propone como un ideal que debería ser aceptado por todos.
Pero el otro siempre es distinto. Está ahí desde nuestra dependencia inicial; conformamos nuestra identidad en relación a él. El otro está en el corazón de lo que consideramos más propio, más íntimo. Pero es inconsciente, lo negamos y hasta lo rechazamos, lo vivimos como ajeno, extranjero, enemigo. Cuando desconocemos al otro nos desconocemos a nosotros mismos. Cuando atacamos al diferente atacamos lo desconocido en nosotros mismos. El otro es diferente y debemos encontrar el mejor modo de convivencia. Esto se relaciona también con la posibilidad de apreciar la realidad.
Estamos atacados por el virus del desconocimiento. La negación de una realidad complicada, de descuidos y marginaciones, de virus “diferentes”, desconocidos, que siempre estuvieron ahí como una amenaza que no fue tomada en cuenta, “retornan” y se manifiestan cual elementos imprevistos, disruptivos en forma de pandemia tal como si fuera un otro mortífero. Las actitudes inhumanas que no respetan límites de protección al otro se naturalizan. Se enseñorean del planeta, lo abusan, y también nos invaden, se meten dentro nuestro. Sin embargo, resulta frecuente la idealización del poder de estas fuerzas, no se reconoce el daño, es más a vedes se establece una alianza con él y un sometimiento a las medidas que perjudican a la mayoría. Pero el daño inhumano se hace ver como accidental, proyectado en este caso en los virus: algo nos ataca. Los virus son aptos para recibir esta proyección de fuerzas inhumanas que nos parasitan.
Frente a la pandemia existen distintos tipos fenómenos grupales, hay quienes desafían toda autoridad transgrediendo las prescripciones de cuidado impulsados por consignas libertarias, poniéndose en riesgo a sí mismos y a los demás. Hay quienes construyen una religión, la consideran una plaga como castigo divino, exageran las limitaciones y señalan herejes. Y están los que politizan los cuidados y hasta las vacunas y no dudan en provocar el detrimento de la población o aprovechar el deterioro económico y social para ahondar aún más las desigualdades, como también inequidades en la distribución de las vacunas en el mundo.
Las actitudes destructivas son parte de lo humano, pero a pesar de que el malestar es inevitable, están también los que buscan y se esfuerzan por lograr cambios y acuerdos solidarios en el cuidado ambiental, sanitario y social. Los que intentan acordar prevenciones globales y vacunas para todos. Aún resta ver si será posible aceptar la necesidad de mayores prevenciones a lo largo del mundo para que esta situación pueda finalmente superarse. Eso es parte también de lo humano.
Diana Litvinoff