Crisis política y oportunidad histórica
En un sistema político absolutamente presidencialista, es urgente y necesaria una reformulación del sistema de poder instaurado en diciembre de 2019, para impulsar una estrategia que sustituya el modelo asistencialista por trabajo genuino, a través de una multiplicación de las exportaciones mediante la aplicación de la economía del conocimiento al sistema productivo y la construcción de una coalición popular exportadora que permita aprovechar la oportunidad histórica que el mundo ofrece hoy a la argentina.
La inteligencia política se diferencia de la inteligencia académica que consiste siempre en la inteligencia de una situación determinada, en el análisis de lo que ella tiene de específico y de intransferible. Las elecciones del 12 de septiembre constituyeron, en los hechos, un plebiscito sobre el gobierno nacional, con un rotundo triunfo del “no”. Ese resultado modifica radicalmente las condiciones de la política argentina, ahonda el debilitamiento de la autoridad presidencial y desata una crisis de gobernabilidad que torna inevitable la reformulación integral del sistema de poder instaurado el 10 de diciembre de 2019.
La institución presidencial es absolutamente esencial en el sistema constitucional argentino, que es absolutamente presidencialista desde que fue pergeñado por Juan Bautista Alberdi. Cuando desaparece la autoridad política del Presidente, el resultado es un enorme vacío de poder que impide gobernar. El vacío existente en la cúspide de la pirámide institucional, obliga a una urgente recomposición que hoy sólo puede surgir de la iniciativa de los poderes territoriales, en especial de los gobernadores, convertidos por imperio de las circunstancias en los principales actores de la actual situación de emergencia.
Pero una reformulación del actual sistema de poder no es una fórmula algebraica fundada en una redistribución de la actual cuotificación de las responsabilidades gubernamentales. Requiere un sentido estratégico, un contenido específico y una misión definida. Demanda, ante todo, un acuerdo nacional alrededor de una política de mediano y largo plazo orientada a afrontar y resolver el drama de la pobreza y la marginalidad social que afecta a millones de compatriotas y constituye el mayor desafío que tiene por delante la Argentina.
Existe ya un consenso generalizado, que incluye en primer lugar a la propia dirigencia de los movimientos sociales, acerca del agotamiento del modelo asistencialista, surgido como una respuesta transitoria a la hecatombe social derivada de la crisis de diciembre de 2001 y convertido luego en una política permanente por los sucesivos gobiernos de distinto signo político. Ese agotamiento, patentizado ahora en las urnas, quedó evidenciado en 2020, cuando la irrupción de la pandemia catapultó una nueva oleada de movilidad social descendente, con epicentro es el conurbano bonaerense, que disparó los índices de pobreza y quitó a las prácticas asistencialistas sus últimos atisbos de sustentabilidad económica.
No existe ninguna política social exitosa sin una estrategia de crecimiento capaz de sustentarla. No hay tal cosa como una “política económica” por un lado y una “política social” el otro. Cuando una política económica genera mayor pobreza no existe política social capaz de compensarla. La implementación del consenso sobre la necesidad de sustituir los planes sociales con trabajo genuino requiere entonces una profunda transformación estructural orientada a multiplicar las exportaciones e impulsar la inserción de la economía argentina en el nuevo escenario mundial signado por el ascenso de la demanda global de alimentos.
El núcleo motor de esa estrategia es el aprovechamiento integral de los inmensos recursos naturales diseminados en el territorio nacional, incluida la plataforma submarina, con énfasis en el fortalecimiento y la expansión de la cadena agroindustrial y el despliegue de toda la amplia gama de actividades derivadas de la agroindustria, acompañado por la aplicación intensiva de la economía del conocimiento al sistema productivo, a fin de garantizar niveles crecientes de productividad. El objetivo estratégico es impulsar una reindustrialización internacionalmente competitiva de la Argentina.
Pero toda estrategia económica exige una sólida apoyatura política y social. Esto implica una convergencia entre los sectores populares, representados históricamente por el peronismo y expresados a través de las organizaciones sindicales y los movimientos sociales, y los sectores productivos tecnológicamente más avanzados e internacionalmente más competitivos de la economía, cuya principal manifestación, aunque de ninguna manera la única, es el complejo agroindustrial argentino, uno de los más importantes a escala mundial.
La crisis política coincide hoy con una extraordinaria oportunidad histórica. Sólo un amplio consenso nacional alrededor de un proyecto compartido, tal como lo señalara Perón en su mensaje al Congreso Nacional del 1 de mayo de 1974, puede generar la confianza colectiva necesaria para acometer esa tarea. En las condiciones de la Argentina de hoy, definir este nuevo rumbo significa, en primer lugar, enterrar el pasado como asunto de discusión política. Porque el renacimiento de la esperanza no reside en una vuelta al pasado – a ningún pasado, por glorioso que pueda haber sido – sino en una fe compartida sobre la construcción de un porvenir común. Hay que organizar la esperanza de los argentinos.
Pascual Albanese /Jorge Castro/Jorge Raventos
Centro de Reflexión y Acción Política Segundo Centenario