Artesanas apuestan al empoderamiento económico, la inclusión financiera y la tecnología para reducir las desigualdades
En Argentina las mujeres indígenas enfrentan múltiples barreras en el acceso a educación, salud, empleo, tecnología o financiamiento. Muchas encuentran en la producción de artesanías una salida laboral para garantizar su autonomía económica y la de sus familias.
Sin embargo, este proceso de empoderamiento no sería posible sin las capacitaciones y la lucha colectiva de lideresas comunitarias que apoyan a otras compañeras para que puedan vender sus productos. ONU Mujeres, a través del programa Ganar-Ganar, puso en marcha un proyecto piloto de inclusión financiera para asesorar a cinco grupos de productoras con el fin de apoyarles en el desarrollo de un plan de negocio y acceso al crédito.
Norma Rodríguez es una artesana wichí de 50 años, originaria de la comunidad Alto La Sierra (provincia de Salta, noroeste argentino). A los 12 años se mudó a Lote 8, una comunidad wichí al Oeste de Formosa –en el límite entre Salta y Paraguay, en el corazón del monte del Gran Chaco argentino-, donde su madre le enseñó a confeccionar textiles, sobre todo con chaguar, una planta que crece en el monte.
“Las mujeres indígenas hemos sufrido muchas discriminaciones. Éramos tímidas y no queríamos enfrentar a alguien que nos humillara. Soy indígena, pero puedo hablar, contestar y vender. Las mujeres tenemos el poder para seguir adelante, reclamar y enfrentar a quienes tratan mal a nuestras comunidades,” señala Rodríguez.
Desde el año 2000, esta madre de siete hijos ayuda a mujeres wichí, qom y pilagás a vender sus artesanías.
“Sigo caminando con las mujeres que no pueden vender. Esta lucha es para mis compañeras indígenas que no tienen voz,” asegura Norma.
Actualmente preside la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (COMAR), fundada en Formosa en 2005, con el fin de ayudar a mujeres indígenas y artesanas a mejorar la venta de sus productos y vincularlas con los mercados.
Elaboran artesanías, trabajan la huerta, preparan tintes naturales y plantan chaguar, el material con el que hacen los productos.
“Al principio éramos pocas, muchas no querían unirse a la cooperativa porque no se acostumbraban a salir de casa. Los hombres no querían que saliéramos adelante y nos querían encerradas en casa, pero con nuestra fuerte organización logramos levantarnos, salir, caminar y hacer lo que queremos hacer. Ahora somos 1.300 mujeres wichí, qom y pilagás”.
Reconocer el impacto de la covid-19 en las mujeres y niñas, identificando sus necesidades, es central para fortalecer los esfuerzos de mitigación y recuperación. En el caso de las mujeres y niñas indígenas, la intersección de múltiples desigualdades hace que estén en condiciones particularmente difíciles.
En este contexto, el programa “Ganar-Ganar: la igualdad de género es un buen negocio”, implementado por ONU Mujeres, OIT y financiado por la Unión Europea, implementó un proyecto piloto de inclusión financiera cuyo objetivo era brindar asesoría a grupos de mujeres productoras para que puedan desarrollar un plan de negocio acorde a los requerimientos actuales para acceder al crédito en el sistema financiero.
Esta iniciativa contó con el apoyo de Fabiana Menna, quien como integrante del Grupo Técnico Asesor del programa Ganar-Ganar, refirió a la cooperativa COMAR para participar en este piloto.
“El programa Ganar-Ganar ha contribuido a la visibilización de las mujeres, no solo indígenas y campesinas, sino emprendedoras de todo el territorio. Uno de los ejes prioritarios fue la inclusión financiera de mujeres indígenas, ya que en general, son las más excluidas del sistema financiero formal”.
A pesar de que en las comunidades ya existían los sistemas de crédito y de que se trata de una herramienta que, sobre todo, administran las mujeres indígenas, no está lo suficientemente visibilizada y estudiada.
“Al existir una visión del crédito era más fácil partir de estas prácticas locales para potenciarlas y formalizarlas. Ganar-Ganar apoyó a emprendedoras a desarrollar un plan de negocio, generando las condiciones necesarias para acceder al financiamiento con una mirada fuerte al crédito con la voluntad de derribar los mitos que afirman que los sectores más vulnerables deben recibir subsidios”.
Un aspecto interesante de esta consultoría es que normalmente la visión de negocio e inclusión financiera no se trabaja mucho en las organizaciones de territorio, que suelen ser expertas en el ámbito social y ambiental.
“En este caso, además, se capacitó a las técnicas de esas organizaciones, que son las que asegurarán la continuidad de los procesos”, apunta Menna.
Este proyecto piloto inspiró la creación de una estrategia de intervención acordada entre diversos actores (empresas, emprendedoras, asociaciones de mujeres indígenas y campesinas), que abrió el camino a seguir acompañando el crecimiento de la cooperativa COMAR.
“Desde la Fundación Gran Chaco seguiremos trabajando en este plan con el Banco Formosa, una de las empresas que firmó los Principios de Empoderamiento de las Mujeres (WEPs) en Argentina y que, además, fue reconocida con el premio WEPs Argentina. Este banco comenzó un proceso muy interesante de desarrollo territorial con enfoque de género y diversidad. Por ello nos asociamos la cooperativa, Fundación Gran Chaco y el Banco de Formosa para potenciar el proceso de inclusión financiera, partiendo de la bancarización de 2.000 mujeres y acompañando a la capacitación en manejo bancario, hasta llegar al crédito” expresó.
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El acceso a internet
El acceso a las TIC y la conectividad son aspectos indispensables para empoderar a las mujeres indígenas. Uno de los problemas más frecuentes en las zonas rurales es que las empresas de telecomunicaciones no quieran ofrecer servicio de conectividad por la dispersión y poca densidad poblacional. “Esto conlleva a que se termine delegando este trabajo a pequeños emprendedores que ofrecen, en la mayoría de casos, un servicio bastante deficiente por los altos costos de logística o la dificultad para sustituir un equipo después de fuertes lluvias, vientos, condiciones cada vez más frecuentes e intensas por los efectos del cambio climático”, comenta Menna.
“Sufrimos muchos años sin internet. Teníamos que salir entre 30 y 40 kilómetros para buscar señal y comunicarnos con Formosa. Ahora tenemos internet, pero así no podemos trabajar, porque somos muchas, a veces la señal está muy mal y tardamos mucho para contestar correos”.
Con el fin de reducir la brecha digital, Menna explica que desde la Fundación Gran Chaco con la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la ejecución de Fundación AVINA, llevan adelante ‘NANUM mujeres conectadas’, una iniciativa que apunta a que sean las mujeres indígenas quienes gestionen directamente servicios de conectividad a nivel local.
“Cuando son las emprendedoras locales las que gestionan internet, la conectividad es un negocio para ellas”. Actualmente Gran Chaco está trabajando con 28 asociaciones en Argentina, Bolivia y Paraguay para lograr que cuarenta empresas de mujeres rurales tengan internet, logrando 5.000 conexiones domiciliarias.
Asimismo, el acceso a internet se vuelve imprescindible para la prevención de la violencia de género. “Es importante contar con organizaciones de mujeres fortalecidas y con conectividad en lugares donde el Estado no llega. Necesitamos la articulación entre Estado y organizaciones de base para generar redes de prevención y erradicar finalmente los femicidios y la violencia contra las mujeres”.